Empezar por la identificación emocional
El contenido que vas a leer en este post, pertenece al número de la suscripción Premium de Edúkame del mes de Octubre 2013, dedicada a Las Emociones en la infancia:
Los niños y niñas desde los primeros meses de vida son capaces de reconocer emociones positivas o negativas. Y en su primera etapa de la infancia (0 a 3), saben discriminar las emociones antes de ser capaces de nombrarlas y manifestar empatía respecto a las emociones de otros en cuanto a las emociones básicas que son: alegría, tristeza, ira (enfado) miedo y amor. Las funciones de las emociones pueden situarse en dos niveles: la sensibilidad emocional, que es intensa en la infancia, y la respuesta emocional, siendo ésta última la que guía y organiza la conducta del niño, jugando un papel crucial en la infancia cómo señal comunicativa. Como estamos viendo, las emociones guían la mayor parte de la conducta infantil, por ese motivo es tan importante ayudar a nuestros niños y niñas a gestionar sus emociones. Y gestionar implica saber identificarlas, saber expresarlas de forma que no bloqueen a uno mismo ni dañen a los demás, y saber contenerlas o autorregularlas.
¿Por dónde empezamos?
Como dice Goleman, hay que tener en cuenta que tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente (Goleman, 1995). Los niños a lo largo de su infancia van desarrollando la mente que piensa, que todavía es inmadura y se deja dominar por la mente que siente. Pero conforme los niños aprenden a gestionar su mundo emocional aprenden entonces a equilibrar las dos mentes, la que piensa y la que siente.
La identificación emocional
Para poder dominar la mente que siente, el niño necesita aprender a nombrar lo que está sintiendo, saber que su vivencia interior tiene un nombre, entender que tiene permiso para expresarlo, y que su entorno también muestra sus emociones. En este número, nos vamos a centrar en el primer paso, en la identificación emocional; porque es la competencia base de la teoría de la Inteligencia Emocional y porque además, por la inmadurez propia de la edad, cuando el niño o niña pequeño escucha las palabras que definen lo que está experimentando, recibe un hondo consuelo. El consuelo de que alguien ha reconocido su vivencia interior. Por ejemplo: Un niña de tres años puede decir “¡Odio a mi hermana!” y el adulto le puede ayudar a identificar y reconocer lo que está sintiendo, que no es precisamente odio: “Sé que no la odias, lo que te pasa es que no siempre te gusta lo que ella hace y eso te hace sentir enfadada como ahora te pasa. Entiendo tu enfado cariño. Pero también sé que en otros momentos te hace sentir alegre su compañía. A mí también me pasaba con mis hermanas a ratos me enfadaba y a ratos estaba alegre”. Si te ha gustado el contenido de este post, te informo que pertenece al contenido del mes de octubre. Si quieres saber más sobre este número, así como leer el índice y los materiales que incluye haz click aquí.
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Escrito por:
Pedagoga, Terapeuta infantil, Orientadora familiar, fundadora de Edúkame