Nuestros hijos también pueden sufrir de estrés
Cuando un niño no sabe manejar las presiones y exigencias a las que se debe de enfrentar en la escuela o en su vida diaria, se le presentan situaciones de estrés que pueden ser un obstáculo para llevar una vida satisfactoria.
El estrés en un niño puede parecer insignificante para un adulto, pero los pequeños han vivido pocas experiencias previas de las que aprender, por lo que incluso situaciones como separarse de los padres al entrar en el colegio o la exigencia que se les pide en un deporte, pueden tener un impacto enorme en los sentimientos de seguridad y confianza del niño.
Cómo puede manifestarse el estrés en los niños
Fisiológicamente: trastornos del sueño, disminución del apetito, excesiva sudoración.
Intelectualmente: dificultades de aprendizaje, disminución de la atención, problemas para expresarse oralmente.
Emotivamente: agresividad, sentimientos de culpabilidad, baja autoestima, dificultad para entablar relaciones.
Socialmente: dificultad para tomar decisiones, agorafobia o claustrofobia, reclamos de atención constante.
Cómo podemos los padres ayudar a un niño estresado
Los padres podemos graduar la exigencia en el rendimiento, en vez de regañarlo por no alcanzar los niveles que tú deseas, ayúdale a mejorar y baja las expectativas por un tiempo.
Escúchale y muéstrale cómo separar los problemas reales de los imaginarios. Fomenta el positivismo y no dejes que le influyan las opiniones de los demás.
Enséñale a resolver los problemas creativamente, a adaptarse a los cambios y a tomar decisiones.
Evita que dejen tareas pendientes que le puedan generar estrés, tal vez necesiten aprender técnicas de trabajo para organizarse mejor y tener un criterio para elegir lo que es más urgente y lo que puede esperar.
El niño tiene que saber que cuando no se pueden manejar ciertas situaciones es mejor pedir ayuda, dale tu confianza para sea a ti al primero que acuda.
