Educar la conducta identificando, validando y gestionando las emociones
Laura es una mamá argentina que reside con su familia en Los Ángeles. Contactó con el servicio de formación online de Edúkame para aprender a resolver los intensos episodios de enojo que se daban desde hacía un tiempo con su hijo menor, Lucas de 4 años de edad, casi diariamente y por cualquier motivo. El hijo mayor de Laura tiene 6 años y se llama Nikki con el que nunca tuvo dificultad para resolver los conflictos ni para comunicarse afectivamente con él.
Tras la primera sesión de formación con Cristina Garcia y siguiendo los pasos indicados por la metodología Edúkame, Laura compartió por escrito su propia experiencia:
Mi rutina por la mañana es llevar a los chicos a la escuela en auto. Primero dejo a Nikki y luego nos vamos con Lucas a un parque, supermercado o a casa hasta que llegue su hora de entrar al jardín. Esto es lo que pasó esta mañana.
Después de dejar a Nikki en la escuela, estamos camino a casa con Lucas con el plan de ver un dibujito animado en mi teléfono. Mientras manejaba charlábamos de las flores que veíamos, la música que escuchábamos, etc., y me quiso cantar una canción de la escuela. No le salía (cuando no le sale algo se frustra muchísimo). Entonces le digo “Cántamela de vuelta Lucas y te ayudo, quizás yo la conozco”. Intentó y como no le salió se puso a gritar y me revoleó un bloquecito que tenía en la mano (lo tiró al aire apuntándome a mi). Me enojé -sin gritarle- y le dije “Tenés derecho a enojarte pero no podés…” , y no pude terminar de hablar porque se puso a gritar más fuerte.
Yo le dije “Si gritas no puedo escucharte. Cuando dejes de gritar, hablamos”. Volvió a revolear algo, esta vez su peluche. Apenas dejó de gritar, le repetí “No se revolea nada porque podemos lastimar a alguien y romper algo y eso no está bien. Ahora en lugar de ver mi teléfono vamos a ver la tele, porque veo que estás revoleando cosas y mi teléfono no es para revolear”. Entonces se puso a gritar mientras estábamos por bajar del auto, así que me quedé en el auto con él y le dije “Grita hasta que te saques todo tu enojo, mi vida. Cuando termines, bajamos a casa”. Enseguida dejó de gritar y bajamos a casa.
En casa me pidió el teléfono y le comenté “¿Te acuerdas lo que hablamos en el auto?, vamos a ver la tele en lugar del teléfono”. Se puso a gritar y se metió en el lavadero de la casa y dio un portazo con una puerta de un mueble chiquito (en lugar de dar portazos con las puertas de la casa). Entonces le expliqué “Lucas, dale otra vez a esa puerta, ese mueble no se va a romper. Dale otro portazo con todas tus fuerzas así te descargas el enojo”. Me miró asombrado y le dio otro portazo. Pero no fue suficiente, salió corriendo al patio de la casa gritando y me fui atrás de él. Le dije tal cual hablamos ayer en la sesión: “Tenes derecho a estar enojado mi vida”, e hice un poco de espejo, y le dije “Estamos enojados, Lucas, pataleamos el piso así” y siguió gritando pero me miraba asombrado. Le dije “Grita todo lo que necesites así se va el enojo”.
Dejó de gritar (mucho más rápido que otras veces) y me miró y se puso a llorar con sentimiento y angustia. Le pregunté, “¿Querés que mami te abrace?, ¿ya te sentís mejor?” Vino todo mimoso a abrazarme. Entonces fuimos hacia adentro de la casa; él ya calmado y sonriente.
Te juro que me llegó al alma su carita de mimoso cuando terminó de enojarse. Vi en sus ojos como sintió que yo lo acompañaba, que no estaba solo.
No sé si todo lo que hice en esta situación es lo ideal, (seguramente habrá cosas no muy ideales) pero siento que hoy hubo un giro en la situación. Y como lo vi tan sonriente y mimoso conmigo le comenté a él sobre lo que también hablamos ayer en la sesión online:
“Mi amor, me di cuenta que cuando te dejaba solito en tu habitación porque te habías portado mal, vos sentías que yo no te quería y eso no es así. Yo te amo siempre. Así que a partir de ahora, no te voy a dejar más solito. Cuando te enojes vamos a estar juntos hasta que se nos vaya el enojo”.
Lucas asintió con la cabeza sonriendo. Es la primera vez que puedo hablar con él algo serio por más de 10 segundos.
Como te digo, no sé si todo lo que hice en esta situación es lo ideal, pero sentí una complicidad y una unión hermosa entre los dos. Para finalizar te cuento que a lo largo de ese día no hubo ni un solo episodio más de enojo, cuando en general suelen repetirse a lo largo de todo el día. Ni siquiera hubo enojos o peleas con su hermano.
Ha sido un gran aprendizaje, ¡Gracias Cristina!