Miedo a que el peque se haga daño
Cuando los peques empiezan a desplazarse solitos, ya sea gateando o caminando necesitan practicar mucho para ir afianzando su nueva habilidad. Al inicio de la marcha sus pasos suelen ser torpes y, aún así, muchas veces quieren correr a pesar que su paso no es nada firme.
En los parques infantiles abuelos/as y mamás/papás van detrás de sus pequeños avisándoles constantemente de lo que sí pueden hacer y de los que no "No te subas en ese trenecito que te vas a caer", "Ten cuidado que ahí te puedes hacer daño", "No, ahí no vayas".
En casa tienen necesidad de probar infinidad de veces sus capacidades motrices y por eso intentan una y otra vez subirse a las sillas, a las camas, al sofá y luego probar también la hazaña de bajar. "No te subas que te vas a caer", "Cuidado, cuidado!", "¡Bájate!"
Lo que a nosotros nos parece un peligro porque siempre tenemos miedo que se hagan daño, para ellos es un necesidad. Cuando les estamos avisando "Te vas a caer", lo que realmente les estamos transmitiendo es nuestro miedo.
Sí, nosotros tenemos miedo que se caigan, se hagan daño, se lastimen. Así que podríamos traducir el "No te subas ahí que te vas a caer" por "No te subas porque yo tengo miedo que te caigas y te hagas daño".
A los peques no les importa tanto caerse o hacerse un poco de daño en las rodillas, cocos en la cabeza o rasguños. Ellos están preparados para esos pequeños infortunios del crecer, y además están deseando probarse a sí mismos constantemente.
Yo reconozco mi miedo cada vez que veo a mi hija de 20 meses subirse y bajar sola de su silla. Para ella es un reto motriz que cada vez que lo consigue le produce tremenda alegría porque gana en autonomía y en seguridad en ella misma. Cuando a veces se resbala y luego cae, llora intensamente y no por el posible dolor, si no por la frustración de no haberlo conseguido.
"¿Te has caído al intentar subir a tu silla, verdad? Tranquila, poco a poco aprenderás a poner bien los pies y las manos. Mira se hace así". Y le voy indicando cómo tiene que poner su cuerpo, dónde tiene que poner los pies, las rodillas, las manos para que la próxima vez lo intente de esa manera.
Lo ideal es mostrarles y explicarles cómo deben hacerlo, para que así vayan practicando de forma segura. Y cuando los veamos enfrascados en estas hazañas, nos ponemos a su lado para estar al rescate en caso necesario, eso si, en silencio, sin avisos, sin amenazas.
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Escrito por:
Pedagoga, Terapeuta infantil, Orientadora familiar, fundadora de Edúkame