Evitar el consumo desenfrenado
¿Cual es la magia de la Navidad en los tiempos que vivimos?
Tristemente, la magia está en manos de la tarjeta de crédito y de la publicidad televisiva. En estos días previos a la llegada del Papá Noel o de los Reyes Magos de Oriente nos dejamos arrastrar por un consumo desenfrenado que nos somete a comprar y comprar y comprar muchos regalos costosos para llenar el árbol de Navidad o las zapatillas para los Reyes.
Regalos para los niños, para los mayores, por los ancianos, para los sobrinos y lo nietos y las nueras y los yernos y los hermanos. Todos compramos muchos regalos y usamos nuestras tarjetas de crédito hasta el límite, para cumplir el ritual navideño de atracón de juguetes y ropas y zapatos y electrónica y ordenadores y vacaciones y objetos de todo tipo que por supuesto les van a dar “alegría o felicidad” pues así lo venden (y lo compramos) los anuncios de televisión.
Los niños entonces entienden que de eso se trata la Navidad. Pretendemos recordarles que celebramos el nacimiento del Niño Jesús, pero esa idea apenas se sostiene en el aire ni cinco segundos. Enseguida pasamos a lo que realmente nos inunda estos días: entregar regalos, recibirlos, saber quién regaló qué, quién cumplió con todos, cuántos regalos recibieron nuestros hijos y si nuestra familia ha sido justa en el reparto de los obsequios. Además todo esto tráfico de regalos-objetos-juguetes lo acompañamos con comer y comer con exageración y brindar y beber más que de costumbre.
Y cuando llega el final del día de Navidad solemos llegar hartos de compras, de cumplidos vacios, de comidas, de bebidas, de llantos o gritos de niños, de riñas entre hermanos o primos, de enviadas entre cuñadas y hermanas, etc.
¡¿Y esta es la felicidad que nos vamos deseando todos con bonitas postales navideñas?! ¿Y con estos rituales consumistas, fastuosos y exagerados nos acercamos a esa felicidad que tanto anhelamos? ¿Así nos acercamos a las personas que amamos?
Es una época de fiesta para los niños pues, más allá del sentido religioso, tanto en casa como en la calle todo brilla como en los cuentos de hadas, parace que tenemos derecho a soñar que podemos vivir en un mundo mejor, pero parece que lo estamos viviendo muy alejados del verdadero amor.
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Escrito por:
Pedagoga, Terapeuta infantil, Orientadora familiar, fundadora de Edúkame