Las prisas son de los adultos, los niños necesitan tomarse su tiempo
Imagínate un niño pequeño, de 2 o de 4 años jugando en el salón de la casa o en su habitación. Tal vez está construyendo algo con sus bloques de madera, o pintando o cocinando un pastel.
Imagínatelo concentrado en su actividad y de repente llega mamá y le dice que deje de jugar y que recoja sus juguetes. Mamá le explica por qué debe recoger, pero seguramente el pequeño solo oye los 10 primeros segundos de esta explicación y luego desconecta porque no le interesa, no le importa, ni tampoco lo entiende.
Por ejemplo, mamá le ha dicho “porque tenemos que ir al médico” o “tenemos que ir a comprar”. Por el tono voz y la comunicación no verbal mamá le está transmitiendo que la orden debe aplicarse de forma inmediata, es decir, mamá le transmite que hay prisa .
Pero esta explicación para el niño pequeño carece de importancia, él solo siente que quiere seguir con su actividad. Él niño pequeño no entiende de prisas, ni de obligaciones, ni de deberes… Estos conceptos pertenecen al mundo adulto.
El niño pequeño solo siente una cosa: quiero seguir jugando, solo entiendo el momento actual, no entiendo porqué debo de dejarlo ni porqué mamá me habla en ese tono. Además, este niño necesita de un tiempo determinado para dejar esta actividad y pasar a otra (recoger o ponerse en marcha para irse).
Dame un tiempo para cambiar de actividad
Un aspecto que los adultos no solemos tener en cuenta es precisamente éste, que los niños pequeños necesitan de unos tiempos distintos a los de los adultos para cambiar de actividad.
La madre de este ejemplo no lo tiene en cuenta, y como además parece que tiene prisa, a los 5 minutos del primer aviso verá que su hijo sigue jugando y lo que suele pasar es que le avisará por segunda vez que recoja pero ya con un tono más agresivo, incluso puede haber un grito y en ocasiones acompañado de frases negativas como “¿estás sordo?, ¡eres un desobediente!, ¿cuántas veces te lo tengo que repetir? Acrecentando el estrés y malhumor de la madre, con la consecuencia negativa que descargará inconscientemente sobre su hijo que no entiende nada, ni es capaz de sostener esta presión de prisas e intransigencia.
Recordad que las prisas son del mundo adulto, el niño tiene su propio ritmo y debemos respetarlo para que vaya aprendiendo qué debe hacer y cómo debe hacerlo pero con respeto y fomentando su buena autoestima (sin sentirse dañado). Por lo tanto, mejor avisarle con tiempo de lo que esperamos que haga y darle un tiempo para que lo pueda hacer.
Por las mañanas
Lo mismo pasa por las mañanas, queremos que todo fluya con rapidez: levantarse, asearse, vestirse, desayunar… Pero es muy importante tener en cuenta que son acciones diferentes y que el niño realizará pero en un tiempo distinto al nuestro (y al que deseamos todos los papás para conseguir llegar pronto al cole).
Por eso es mejor contar con este aspecto propio de la infancia, y ofrecerles más tiempo para que vayan pasando de una actividad a otra, sin meterles nuestra prisa y estrés. Mejor levantarlos antes, pues además en esta hora del día irán aún más lentos y prestarles nuestra colaboración pero no nuestra exigencia.
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Escrito por:
Pedagoga, Terapeuta infantil, Orientadora familiar, fundadora de Edúkame