Ni castigos ni prohibiciones ni comparaciones
No obligues a comer, nunca. Nutrirse es una necesidad básica, primaria, el nivel más profundo del ser humano, la supervivencia (para eso comemos). Obligar a comer es una agresión cuando usas tu mayor fuerza física con un niño pequeño. Transformas un acto natural en un momento de lucha o sometimiento y violentas su cuerpo.
Ni premios ni castigos ni despistes: hacer “el avión” para que se tome seis cucharadas, amenazar con dejarle sin postre o prometerle unas chucherías introduce un sistema de relaciones familiares basado en el chantaje y la manipulación. Este lenguaje tu hijo lo aprende pronto y también lo usará para obtener lo que desea. Respecto al acto de comer, se convierte en moneda de cambio y de nuevo es una perversión que puede poner las bases para trastornos alimentarios futuros.
Reduce los comentarios sobre la cantidad de comida que toma. Expresiones tales como “es mala comedora” o “¡qué bien come este niño!” usadas frecuentemente y en presencia del niño hacen que ponga una referencia externa a la necesidad básica de alimentarse, pierde la conexión con las señales que su cuerpo le envía y eso, a largo plazo, puede traducirse en síntomas diversos y enfermedades.
No lo compares: es injusto que uses referencias de otros niños o familiares para calibrar si las cantidades y la variedad de alimentos es la adecuada. Tu hijo es único, incluso aunque pese
o mida lo mismo que otro, su organismo tiene un modo genuino y único de funcionar; compararle sirve para mermar su autoestima, provocar sentimientos de inferioridad o resentimiento contigo y con las personas con quien le comparas.
¿Quieres saber qué hacer para que tenga interés por la comida?, o ¿qué hacer para que se coma un plato nuevo? Sigue leyendo y descúbrelo (guía educativa La comida en positivo, página 38).