¿Por qué lo haces? ¿Es esta la mejor manera de preguntar?
Se han escuchado a sí mismos en alguna ocasión dirigirse a sus niños con un Pero, ¿por qué siempre…?
Situaciones: tirar un vaso, mancharse la ropa recién puesta, tardar dos horas en hacer algo de diez segundos, empujar al hermano…
La diferencia entre por qué y para qué
Hay dos cuestiones en la pregunta que debemos tener en cuenta:
La primera es fácil: ¿SIEMPRE?, ¿está seguro de que tira TODOS los días el vaso, de que NUNCA sale de casa con la ropa limpia que le acaba de poner, de que NUNCA ha hecho lo que usted ha querido en el momento o de que NUNCA ha pasado su hermano a su lado sin recibir un empujón de él?, ¿está TOTALMENTE seguro? Confío en que su respuesta sea un NO, a estas alturas ya habrá intuido que la palabra SIEMPRE es demasiado GRANDE incluso para usted, cuánto más para un niño.
Cuando preguntamos ¿Por qué?
La segunda es que al decir Pero, ¿por qué siempre…? o simplemente ¿Por qué has…? nos estamos enfocando en conocer las razones del niño para de manera consciente o inconsciente poder valorarlas, es decir, juzgarlas. Ellos detectan esto rápidamente y el resultado es una actitud defensiva que busca justificar el acto cometido. ¿Les suena esto de algo? A los adultos nos pasa igual: recuerden qué sienten cuando alguien les pregunta pero, ¿por qué has hecho esto?…
Cuando lo hacemos con un ¿Para qué?
Sin embargo, cuando preguntamos para qué has hecho esto, nos estamos enfocando en comprender las motivaciones internas, la intencionalidad profunda del niño. El para qué nos pone en actitud de querer comprender al otro y, por tanto, de comunicarnos con él porque carece del juicio que va implícito en el porqué.
Les invito a que lo prueben en sí mismos y noten las diferencias que sienten al hacerse la misma pregunta con un por qué y con un para qué.
Lo importante a la hora de preguntar
En un ejemplo: si estamos tratando de entender porqué nuestro hijo de 4 años repite una y otra vez algo que sabe que nos molesta, más fructífero será para ambos que, a ser posible, serenamente le preguntemos para qué lo hace y, más allá, qué necesita en ese momento.
Con lo anterior, no estoy diciendo que el porqué lo debamos erradicar de nuestro lenguaje. Es muy útil: observen su uso en los debates. Sin embargo, si podemos tener en cuenta qué y cómo quiero preguntarle a un niño, es decir, si en el momento me interesan sus razones o sus motivaciones y cuál es mi actitud al preguntarle.
En cuanto a las respuestas del niño al para qué y al qué necesita es posible que no obtengan una respuesta que les satisfaga e incluso que ésta sea un silencio o un no lo sé, pero ¡también podrán sorprenderse de sus respuestas! Lo que sí estaremos haciendo, en cualquier caso, es mostrar a los pequeños una nueva manera de comunicarnos que, no lo duden, guardarán en su mochila de herramientas para la vida.