Consulta educativa y cita personal
Madres, padres y educadoras me explican a través de la cita personal, consulta telefónica o escrita cómo actúan sus hijos o alumnos: “mi hija siempre se comporta mal”, “por celos se riñen y pegan”, “se niega a comer vomita y escupe”, “es muy desobediente y siempre acabo chillándole”, “pega y tira las cosas cuando no se sale con la suya”, “duerme fatal y estoy desesperada”, “se pasa el día enganchada a mi”, “muerde a todos sus compañeros”, “ se masturba a todas horas”, etc.
Los padres y educadoras ante estas conductas buscan mi orientación para que yo ayude a sus hijos y éstos se vuelvan más obedientes, colaboradores, aprendan a comer, atiendan normas, no peguen o muerdan a sus hermanos, etc. Y así los padres puedan respirar con más tranquilidad y con ello tal vez encontrar la paz que no tienen (ni los padres ni los hijos).
Pero esta conducta “difícil” o “rebelde” del niño yo no la veo como un trastorno o como algo a tratar en el niño o niña, sino que la interpreto como una manera de responder a un estilo educativo, a una actitud y una manera de hacer determinada por parte de los padres o educadores.
Por este motivo mi trabajo se centra en orientar, asesorar, guiar a los padres (principales agentes educativos) y educadores para que sean ellos mismos los que puedan ayudar a los niños a crecer sintiéndose queridos, protegidos, alentados y validados. Los padres (o educadores) van descubriendo cómo se relacionan con sus hijos o alumnos, cómo les piden las cosas (o no se las piden), cómo ponen las normas (o no), qué sienten ante determinadas conductas, cómo reaccionan ante sus malas conductas, cómo valoran (o no) otros aspectos, cómo ejercen su autoridad (o no), cómo se tratan con otros adultos, etc...
Todo este trabajo les ofrece una valiosa información que se va trasformando en una actitud educativa diferente cuyos resultados se recogen de forma eficaz (y en ocasiones muy rápida) en la conducta de los hijos o alumnos.
La madre de un niño de 3 años me dijo “- de golpe ha dejado de llamar la atención ante las visitas. Ya no patalea, ni arma ningún escándolo cuando yo estoy hablando con mi vecina. - ¿Qué ha cambiado? – Mi forma de actuar ante sus escenas, ya no me enfado, no le amenazo, ni le riño. Simplemente actúo como he ido aprendiendo y parece que a mi hijo le está sentando muy bien. Ahora apenas nos enfadamos.
Aunque todos soñamos con soluciones rápidas y definitivas en la educación de los niños la cosa no funciona exactamente así. Las soluciones mágicas no existen. Pero de padres y educadores con ganas de implicarse, de conocer otras maneras de hacer y actuar y que den pequeños cambios de actitud se ven hijos y alumnos más seguros, colaboradores, autónomos y felices. Y este es un camino que a la larga (y a la corta) compensa de verdad.
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Escrito por:
Pedagoga, Terapeuta infantil, Orientadora familiar, fundadora de Edúkame