Cómo ayudar a los hijos con palabras que sanan y conectan
Me pregunto si los padres somos conscientes del poder tan grande que tienen nuestras palabras a la hora de educar a nuestros hijos.
En pocos segundos podemos ayudar a desarrollar una autoestima sana y equilibrada o romperla en pedazos.
Si fuésemos conscientes de la influencia que tienen nuestras expresiones sobre la personalidad de nuestros hijos, nos morderíamos más de una vez la lengua pero muchas veces no somos capaces y en medio de una discusión parece que entramos en erupción descargando sobre nuestros hijos parte de nuestro enojo que no somos capaces de controlar para no dañar.
Comprender cómo se siente
Estoy segura que en alguna ocasión hemos podido experimentar como nuestro hijo se acerca llorando porque se ha caído, le han quitado un juguete o le ha pegado su amigo. Habitualmente solucionamos el problema quitándole importancia: ¡No pasa nada!, ¡No llores, seguro que ha sido sin querer! ¡Déjale tu juguete y así será tu amigo…! No siempre conseguimos calmar al niño, quizás porque no somos capaces de darle lo que busca: comprender que se ha hecho daño, que le da rabia quedarse sin juguete o que necesita nuestro consuelo.
En situaciones como esta sería conveniente validar y escuchar los sentimientos del niño porque dejándole expresarse conseguimos que el niño se sienta seguro. El solo busca nuestro abrazo y escuchar frases como "entiendo que te duele, qué golpe te has dado, al principio duele mucho pero en un rato te dolerá menos…"
Aprender a educar sin gritos
Es verdad que a veces el llanto de un niño puede resultar desagradable y la tendencia es controlarlo, pero si dejamos que el niño se exprese libremente, podremos observar como nuestra cercanía permite que haya una mejor conexión y como se forma un vínculo de confianza que favorecerá el resto de interacciones que tenga el niño.
Recomiendo el libro Aprender a educar sin gritos, amenazas ni castigos de la autora Naomi Aldort, en él encontraremos una fórmula que la autora la denomina A.P.E.G.O. Una fórmula que permite, al adulto que la usa, cambiar la negación de los sentimientos por la validación ayudando así a los niños a sentirse más seguros y también fortaleciendo el vínculo afectivo:
A: Aislarse del comportamiento y emociones del niño hablando en silencio con uno mismo para evitar herir al niño.
P: Prestar atención al niño después de investigar en silencio la conversación dentro de tu mente
E: Escuchar lo que el niño dice
G: Garantizar la validación de los sentimientos
O: Otorgar poder al niño para que resuelva su propio disgusto buscando soluciones.