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No frustrar a nuestros hijos es malcriarlos

Sobreponerse a la frustración, un aprendizaje que les ayuda a crecer

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La parte menos grata y más difícil de ser niño en proceso de maduración es la frustración. La parte menos grata y más difícil de ser padre en proceso de educar es la frustración. Ni a los peques les gusta no salirse con la suya, ni a los padres nos gusta tener que desilusionarlos cuando corresponde.

Fritz Perls (fundador de la Terapia Gestáltica), en su libro "Sueños y existencias" dice que en el crecer hay dos alternativas: o el niño crece y aprende a sobreponerse a la frustración o se transforma en un malcriado. Puede que resulte un "malcriado" porque los padres le contestan todas las preguntas. Puede que se eche a perder porque cada vez que desea algo lo consigue -porque el niño debe tenerlo todo, porque papi nunca lo tuvo, o porque los padres no saben como frustrar a los niños-. Cada vez que el niño es mimado para evitarle una frustración, se le está condenando. Porque en vez de usar su potencialidad para crecer, la usa para controlar a los adultos, para controlar el mundo.

Los niños saben pedir lo que desean, ya sea con palabras o con gestos: ¡ir al parque ahora!, cógeme en brazos que no quiero andar, comer algo antes de cenar, meter las manos en el plato, no comer pescado, tocar el ordenador, ir a dormir tarde, quiero ahora una piruleta y un larguísimo etcétera.

En muchas ocasiones para evitar el mal trago cedemos, ya sea porque no tenemos fuerzas para aguantar y oír la consecuente rabieta, ya sea porque nos apena se lleve un chasco.

Hemos de ser conscientes que al consentir no les estamos ayudando a crecer, les facilitamos demasiado las cosas. Lo bueno para su desarrollo es que encuentren sus propios recursos, se esfuercen en buscar alternativas, conozcan mejor sus fuerzas, miren hacia dentro de sí y sepan qué pueden hacer (¡con lo creativos que son a estas edades!). Como por ejemplo,

-Si no me coges aúpa porque no quiero caminar (y no atiendes a mi eufórica rabieta...), no me quedará más remedio que hacer el esfuerzo y caminar yo solito/a. Pero podré hacerlo? Pero no tengo ganas!... Anda! Pues resulta que sí he podido hacerlo!!

-Si no me dejas ver más dibujos en la tele (y no cedes ante mis múltiples insistencias), tendré que poner en marcha mi creatividad y jugar con algo.

-(Un bebé de 6 o 10 meses) Si no atiendes mi llanto para que estés siempre, siempre cerca de mí tendré que empezar a dirigir mi atención en lo que hay a mi alrededor. Tal vez yo solito pueda hacerlo,  en pequeños momentos, de vez en cuando. Si el llanto del bebé perdura varios minutos,  entonces sí lo acogemos para que no entre en desconsuelo ni se sienta abandonado. (Este párrafo ha sido modificado con posterioridad a su publicación para evitar el error de interpretar que los bebés se deben dejar llorar siempre).

-Si no me das esa piruleta que tanto deseo (y mira que la estoy armando en el súper!), tendré que aprender a conformarme...

Cuando nos encontramos en un momento en que sabemos que nuestra reacción va a frustar a nuestro hijo, tengamos en cuenta que no es necesario enfadarse,  ni gritar o amenazar. Con cariño, dulzura y firmeza le podemos decir las cosas. Ten en cuenta que no le estás riñendo, por lo tanto, no le pongas mala cara para decirle que no le coges en brazos (por ejemplo). Pese a la posible rabieta, mantente firme en tu postura pero no endurezcas tu cara. Entiende que lo único que tu peque puede hacer es quejarse y poco a poco irá ganando tolerancia antes sus frustraciones.

Este artículo ha recibido algunos comentarios de lectoras que me decían que "frustrarlos expresamente es muy cruel". Y estoy de acuerdo con ellas.  No hay que forzar ninguna situación para frustar "adrede" a nuestros peques. El día a día ya nos ofrece suficientes escenas en las que los niños pequeños tienen deseos o peticiones que no pueden conseguir: en unas ocasiones porque chocan con los deseos de los padres, en otras por imposibilidad y en otras por las propias reglas de la sociedad. Pero cada una de esas escenas son oportunidades para que vayan aprendiendo a tolerar la frustración y a expresar y canalizar sus emociones negativas (ambas son buenas habilidades emocionales).

Un aprendizaje vital para vivir en una sociedad en la que tendrán que lidiar con normas, límites y renuncias, pues cuando sean adolescentes o adultos verán que no siempre las cosas serán como ellos deseen

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Escrito por:

Cristina Garcia
Cristina Garcia

Pedagoga, Terapeuta infantil, Orientadora familiar, fundadora de Edúkame

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