El juego en los niños, una necesidad emocional | Edúkame

El juego en los niños, una necesidad emocional

Jugando disfrutan, aprenden y crecen felices.

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Jugar y el juego es una necesidad de nuestros niños pequeños a lo largo de toda su infancia, y no se trata de un capricho o de algo superficial. Jugar es necesario, pero no solo para el niño, sino que tambien lo es para el adulto. El adulto juega para distraerse, relajarse, entretenerse, descansar o tomar distancia de sus preocupaciones y obligaciones. El niño, en cambio, juega para disfrutar, aprender y crecer.

Para cualquier niño y niña del mundo, el juego es una función básica y vital. No es un simple pasatiempo o distracción, ni mucho menos una pérdida de tiempo como en ocasiones oigo de padres o abuelos, que se refieren así al juego de los pequeños: “No está haciendo nada, solo está jugando”.  Queridos adultos, cuando un niño de cualquier edad está jugando, lo está haciendo todo, pues cuando juega se entrega por completo a esa actividad implicando su cuerpo, su inteligencia, su afectividad, su comunicación, sus emociones y sensaciones.

Cuanto más pequeño es el niño, más necesario será el uso del juego y más importante será esta herramienta en su vida. Los niños pequeños necesitan jugar, moverse, desplazarse, experimentar, tocar, construir, deshacer para luego volver a construir,  imitar, bailar, cantar, imaginar, etc.

Pero todas estas acciones -importantes para su buen desarrollo-  no las quieren hacer solos. Tal vez un rato pequeño, sí; pero si se alarga mucho (más de 10 minutos), buscarán y  reclamarán la presencia de alguien que sea de su agrado y le ofrezca seguridad, como mamá o papá. Sobre todo,  de 0 a 3 años y de 4 a 6 empieza a ser menos importante esta necesidad de presencia.

Mientras tu hijo juega

Mientras tu hijo juega no únicamente se divierte, sino que también está aprendiendo sobre sus propias posibilidades motrices, su imaginación, su fantasía, sus frustraciones, sus alegrías, sus tristezas, sus miedos, sus sensaciones, sus propias habilidades y sus dificultades, sobre sus gustos,  sobre su entorno (las formas, tamaños, colores, números, sabores, temperaturas de las cosas que le rodean), etc. Jugando amplían y construyen nuevos conocimientos.

Mientras tú juegas con tu hijo

  • Estás nutriendo y fortaleciendo el lazo afectivo entre vosotros, al ofrecerle tu dedicación, tu presencia y tu seguridad.
  • Le estás enseñando al brindarle tus conocimientos: “mira se hace así”, “lo hacemos juntos” -y mientras tu hijo te imita aprende-; al ofrecerle normas ya sean las propias reglas del juego o normas de seguridad  “la plastilina no te la lleves a la boca”.
  • Conoces más a tu hijo: aprendes qué le gusta, cómo se comunica, cómo se expresa verbalmente y cómo muestra sus sentimientos, qué miedos puede tener, cuáles son sus dificultades y cuáles sus habilidades.
  • Jugando con él de verdad –y no haciendo ver que juegas- te acercas a tu lado más infantil, a tu propio "yo-niño" y eso  te permitirá  relajarte por un ratito de la carga y responsabilidades adultas, reírte y dejarte fluir en una actitud y energía más positiva

¿Debemos dejarle ganar?

Esta es una pregunta común entre muchos padres y abuelos, pues la mayoría creen que deben dejarles ganar para así evitar que su peque se disguste o se sienta mal.  Pero como siempre vamos explicando en Edúkame, evitar la frustración en los niños es no ayudarles a crecer feliz.

Mi respuesta es que hemos de combinar las dos cosas: momentos en los que el niño  gane y momentos en los que pierda. Ambos aspectos, bien combinados, le ayudarán:

  • Cuando gane, se sentirá motivado y, por tanto, tendrá ganas de repetir para volver a demostrar sus buenas habilidades. Así, ganar hará que el niño tenga interés en seguir mejorando.  
  • Cuando pierda, aprenderá que no todo lo puede, que no todos los momentos son fáciles o agradables. Será muy normal que lo exprese enfadándose. A nadie nos gusta perder, y menos a un niño. Ellos lo sienten como un fracaso, y como viven en el presente, el futuro les queda muy lejos, y por tanto les cuesta entender  que “haber perdido hoy no significa que perderán siempre”.

Enséñale a tu hijo que puede superar la frustración que siente cuando pierde. ¿Cómo se lo puedes enseñar? Pues de forma muy sencilla: dejando que pierda y permitiendo exprese su disgusto con quejas o lloros (pero sin llegar a romper nada ni a dañar a nadie). Cuando se calme –pues en pleno disgusto no atenderá a razones-,  hazle valorar sus habilidades y capacidades, y sobre todo, el mérito del esfuerzo: “hoy has perdido pero has demostrado que puedes estar muy concentrado”, “has hecho buenas jugadas”, “has contando muy bien los números de los dados”, “hoy has perdido, pero si sigues esforzándote puedes ganar la próxima vez”.

Si siempre - o a menudo- les dejamos ganar, les estamos sobreprotegiendo para evitar que sufran. Con ello les estamos privando de desarrollar su propia capacidad de superar los momentos no agradables de la vida (las adversidades). Todos los adultos sabemos que la vida no es un camino de color de rosa, y no debemos esperar a que nuestros hijos crezcan para enseñárselo.

Lo que has leído en este post,  pertenece a un fragmento del número ¿Juegas conmigo? de Edúkame. Si quieres saber más sobre el juego y el vínculo afectivo entre padres e hijos, te recomiendo accedas a ella.

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Escrito por:

Cristina Garcia
Cristina Garcia

Pedagoga, Terapeuta infantil, Orientadora familiar, fundadora de Edúkame

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